Pontones, punto de avituallamiento. El bar del pueblo está bastante concurrido. Aquí se vive de otra manera. En la tv los políticos, esa pandilla, hablan del "estado de emergencia"; nuestra emergencia, habernos quedado sin comida, ya está resuelta.
Es nuestra sexta jornada y por fin nuestros pies se empiezan a secar.
Apenas 20 metros para llegar a la cumbre del Cabañas (2.020 m). En dirección al cresterío del Aguilón, de donde venimos, un fantástico espectáculo de luz y sombra me hace sacar la cámara a pesar del fuerte viento. Una ráfaga me tira al suelo y me hace voltear. Veo entonces que donde debería estar Fran aparece una mochila -en formato horizontal- asomando por el borde, bajo la cual, como un "Platero montañero", a duras penas progresa mi compadre con el vendaval azotándole de cara.
Estoy apoyándome en el vértice de la cumbre del Rayal (1.834 m) mientras, con las manos ateridas por el frío y azotado por la fuerte ventisca, intento que las fotos que le estoy haciendo a Fran salgan correctamente expuestas y derechas, que no se llene la lente frontal de copos de nieve y no se me vuelen los guantes.
Y poniéndome algo nervioso anticipando el que tiene toda la pinta de ser un descenso tenso que nos exigirá la máxima concentración.
Es el primer día de la TransK y no podía haber empezado con más rock'n'roll.
Adentrándose en la niebla en el "Puntal de la Misa" (1796 m)
Falta poco para que anochezca. A la vista las luces de Riópar, el final de nuestro particular reto. Es la décima jornada de marcha y ya hemos sobrepasado los 200 km de recorrido y los 9.000 metros de ascenso positivo. Estamos a punto de finalizar la travesía del "Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas", una actividad no apta para montañeros.
Añisclo, el más impresionante de los cañones de la península. Una opción para subir al Perdido.
Durante todo el recorrido remontándolo hasta Fuenblanca, unas seis horas, te acompañará el tronar del agua cayendo en infinidad de cascadas y saltos, a través de oscuros y fríos bosques siguiendo una larga y a veces peligrosa senda, encerrado entre paredes de más de mil metros de las que también cae el agua. Un espectáculo maravilloso y abrumador.
En la sierra de Elche, cerca del monte Tabayá, me topé con esta araña, una Argiope lobata hembra; el macho tiene un sexto de su tamaño. Ocuparía toda la mano de una persona normal. Es bastante impresionante para lo que estamos acostumbrados por estos lares.
Su picadura es venenosa y dolorosa.