Crónica de una travesía - Jornadas 2, 3 y 4 - Agua

Apenas 20 metros para llegar a la cumbre del Cabañas (2.020 m). En dirección al cresterío del Aguilón, de donde venimos, un fantástico espectáculo de luz y sombra me hace sacar la cámara a pesar del fuerte viento. Una ráfaga me tira al suelo y me hace voltear. Veo entonces que donde debería estar Fran aparece una mochila -en formato horizontal- asomando por el borde, bajo la cual, como un "Platero montañero", a duras penas progresa mi compadre con el vendaval azotándole de cara.



Desmontamos la tienda en la cresta del Aguilón. Ha sido una primera noche muy movida. El viento soplaba muy fuerte y parecía que el pequeño cubículo de tela, con nosotros dentro, saldría volando en cualquier momento.

Concluye la escapada
Rematamos la complicada bajada que iniciamos ayer hasta llegar a lo que debería ser un camino, que no vemos por estar sepultado por la nieve. Ascendemos a una zona desde la que bajaremos a la pista que lleva al Cabañas (2.027 m), nuestro próximo hito.

Ríos que son caminos
Tardamos un rato en encontrar el camino a la cumbre. Lo que debería haber sido un paseo de unos quince minutos, se convierte en un calvario de más de una hora. Avanzamos muy lentamente; la nieve está muy blanda por la subida de temperatura y la lluvia. Conforme ganamos altura, lo hace también la fuerza del viento, que se torna peligroso.

Luces de tormenta
La puerta del refugio está cerrada con llave -¿por qué los llamarán refugios?- pero entramos por una ventana que no lo está. Aquí pasaremos una segunda noche durante la que el viento soplará con inusitada fuerza. No sé cómo habría sido de haber tenido que montar la tienda.


Amanece totalmente cerrado por la niebla, lloviendo y soplando el viento. Salimos con todos los pertrechos: polainas, pantalones y guantes de plástico, capelina. En menos de diez segundos, el viento levanta la capelina de Fran por detrás y le echa encima unas decenas de litros de agua, para que vaya todo el día bien cómodo.



Parece increíble, pero lo que iba a ser un festival de nieve se convierte en una fiesta del barro. No sabemos cuando parará, pero esta lluvia nos va a permitir terminar la travesía.



Tanta agua y nieve acumulada corriendo desbocada hacia abajo convierte las sendas y caminos en arroyos y ríos, dando lugar a saltos, cascadas y surgencias por doquier.



Es entonces cuando llegamos al vado del "Arroyo de los Tornillos del Gualay"; viene crecido.
En nuestra inexperiencia nos parece que meternos en el agua para cruzarlo cargados con nuestras mochilas puede ser peligroso. Deliberamos mientras comemos. Decidimos intentar contruir un puente echando piedras y troncos al río; demasiado laborioso. Dar un rodeo para llegar a la otra orilla que está a unos pocos metros supondría un día y medio más de marcha. No nos entra en la cabeza.

Decidimos probar.
Luciendo mis gayumbos azul metalizado con calavera lateral y dibujo tribal posterior, me arrojo a las bravas aguas agarrado a un cable de acero que sujeta Fran. La calavera ni se inmuta.
Problema resuelto.

El vadeo del Arroyo de los Tornillos del Gualay
Es lunes, tercera jornada, y queremos concluirla llegando a Vado Carretas pasando antes por el bar de las Navas de San Pedro, al que llegamos ya de noche y lloviendo. Nos tomamos una merecidas cervezas y una tortilla de patatas. Salimos bastante contentos, así que el que llueva con más fuerza no nos parece digno de tenerse en cuenta.

Hidratando y posteando
Es bien entrada la noche. De vez en cuando vemos brillar los ojos de los ciervos a la luz de los frontales mientras nos hundimos varios centímetros en el barro y el agua, que en la zona del Vado parece una laguna. De pronto, una hermosa cierva, deslumbrada por nuestras luces, se pone a brincar delante nuestro de un lado a otro al son del repiqueteo de la lluvia cayendo, con los ojos encendidos como brasas. Es una situación de lo más surrealista.

Plantamos la tienda bajo la lluvia en la vereda del Guadalentín. Lloverá toda la noche.

Martes, cuarta jornada. Amanece sin lluvia. Remontando la vereda decidimos obviar la zona del Empanadas, la cumbre más alta del plan inicial. Llevamos un día de retraso y necesitamos recuperarnos de las tres jornadas anteriores, mucho más duras de lo esperado.


Adiós a la nieve
El refugio de Rambla Seca está tomado por los ocupantes de tres enormes furgonetas, así que montamos la tienda por las cercanías. Nos sentimos físicamente tocados. Por la noche en el saco, pensando que la siguiente jornada pueda ser como las anteriores, me hace dudar por primera vez de nuestras posibilidades.


Valle del Guadalentín

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buenas las fotos y la crónica. Pero una puntualización, la caseta de Cabañas no es un refugio de uso público, sino una caseta de fogoneros para la vigilancia de incendios ;)